Se dice, que el barranco de Masca, fue refugio de piratas. Y seguramente si, sería lógico. En los siglos XVI, XVII y XVIII, sin duda alguna, y porque no, incluso después. Cualquier, bahía, ensenada escondida y de difícil acceso desde tierra, lo podía ser. Y mas si tiene agua, y el barranco de Masca, tiene agua, y en esos tiempos tenía mas agua que ahora. La costa norte de Tenerife, también tiene muchas bahías donde los barcos podían refugiarse del oleaje. Dicen que la flota Británica de Nelson se refugió y descansó antes del combate e intento de invasión de Tenerife, en la bahía de Antequera, Anaga. Aunque esta historia de que Masca, era zona de piratas, siempre me sonó a cuento, inventado para los turistas, por algunos guías, en la guagua. Y seguramente, sea esa la explicación, o no. Y la verdad puede que acertaran. Pero Masca, no era mas que un refugio mas de piratas como otros, a mi parecer. Seguramente, muchas noches se refugiaron, allí, los hombres de la muy honrada profesión de la piratería.
“…que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar…”
Pequeño párrafo de “La canción del pirata” del poeta romántico español, José de Espronceda.
No se quien me lo contó, hace muchos años. Pero si me contaron, que no hacía mucho tiempo, por el barranco de Masca, se subía contrabando. Y claro es lógico, si querías meter algo en la isla, sin pagar impuestos, el barranco de Masca, es perfecto. Quien podía controlar el barranco de Masca? E s imposible, evitar que por la noche, se acercara un barco, con tabaco, alcohol, medicinas… Y un grupo de hombres esperaran allí, y lo portearan por el barranco de Masca, hacia arriba. Esto pasado, en cualquier lugar montañoso. Y cuando hay necesidad, los hombres se dedicaban a eso. Al contrabando o la piratería. Un abuelo mío, tenía un taxi, y llevaba, contrabando, debajo de los sillones del taxi, de Santa Cruz a la Orotava. Hasta un cura ayudaba, y se metía cosas debajo de la sotana, cuando aparecía la Guardia Civil. Lo hacía para ayudar a los pobres, que lo hacían para sobrevivir. El cura, por cierto, era un personaje muy querido, en La Orotava, de la posguerra. Bueno como en todos lados, fueron tiempos de hambre.