Igual, que mi abuelo, que había nacido en Garachico, pero vivía en La Orotava. Escapó por la costa acantilada de La Matanza de Acentejo. Así escapaba la gente entre final de la segunda guerra Mundial, y principio de los 50,s. Estaba prohibido emigrar, y los hombres lo intentaban de todos modos. Barcos autoconstruidos, de vela, con un pequeño motor. Así escapó a América, mi abuelo y tantos canarios. Los barcos fantasmas, los llamaban. Porque un día los veían, y después no se veían más, desaparecían. Iban por diferentes lugares de la islas, y recogiendo pasajeros. Los de Masca, bajaban con sus maletas de madera, al hombro. Con unas pocas pertenencias en su interior. El barco los recogía, al final del barranco de Masca, en su bahía. Y de allí igual, algún lugar más, de las islas. Y a cruzar el Atlántico. Mi abuelo me contó, que se amarraban, en las tormentas, para que las olas, no los arrastrará al mar, en las tormentas. Que el pequeño barco, remontaba las olas gigantes, y luego descendía como en tobogán. Y ellos rezando, suplicando a Dios, que los protegiera. Así muchos canarios llegaron a Venezuela, el dorado. Un país muy rico, en esos tiempos. Mi abuelo, y los que iban con el. Se equivocaron de país. Llegaron a Brasil, las corrientes y los vientos a veces llevaban los barcos un par de miles de kilómetros al sur. Mala suerte, no se hizo rico, en Venezuela, pero bueno eso es otra historia. Cuando bajes el barranco de Masca, recuerda que muchos lo bajaron, con una maleta al hombro, hacia lo desconocido. Hacia un futuro incierto.
Historias de Canarias, historias del barranco de Masca
Victor Camejo. Gregorios wander family Tenerife