Fue, en el año 1994, una noche de verano, creo que en agosto. No teníamos pensado, bajar de noche, pero se nos hizo tarde. Y tampoco habíamos mirado, con anterioridad, si había luna o no. En aquellos tiempos no había smartphones con aplicaciones, donde ves si ese día hay luna o no. Todo era mas complicado, y también éramos muy jóvenes y no nos importaba. Íbamos a dormir en la playa, con caseta, y sacos de dormir en la playa de Masca. Cuando en la oscuridad absoluta habíamos caminado, medio barranco. De repente una de las paredes verticales de los laterales del barranco de Masca, comenzó a iluminarse. La pared negra de mas de 600 metros de altura, que mira hacia el norte, parecía incendiarse. Y comenzaba, a ir bajando la luz hacia el fondo del barranco de Masca, hacia el cauce. Habíamos llegado al final casi al barranco de Masca, donde queda 30 minutos de caminata, hasta la playa. Allí el basalto es especial, es donde mas brilla, donde es casi azul. Este basalto, que ha causado, muchos accidentes, porque cuando se moja, es muy deslizante, como casi pareciera, que tuviera jabón encima. Estas piedras, que brillan como si fueran cristal, , y que son de una gran belleza. Cuando llegó la luz de la Luna, al fondo del barranco, de repente todo se encendió. Fue como si estuviéramos en otro planeta. Todo brillaba, todo refulgía. Era como estar en una niebla blanca, era como si estuviéramos en el paraíso, ante Dios. O por lo menos era, como lo imaginábamos de niño, que eso sería, cuando esto pasara. Casi no podíamos caminar, porque era todo brillante, y no acertábamos a saber, que había en el suelo. Íbamos a tientas palpando el suelo .Como cuando, vas a oscuras, por la noche de la cama al baño, y no quieres hacer ruido o golpearte con algo. De todas maneras yo ya conocía bien el camino, lo bajaba, con grupos de alemanes todas las semanas, ayudando a mi padre, Gregorio Camejo. Estaba casi como en casa, pero había que palpar de todas maneras, el suelo, lo que te rodeaba, porque es un camino muy complicado, y las linternas, no alumbraban, nada. La luz de la luna, las superaba. Según he oído, es lo mismo que esquiar, de noche con luna llena. Llegamos, con cuidado, montamos la caseta, y dormimos en la playa, viendo la luna ponerse en el Atlántico, detrás La Isla de la Gomera. Fue algo indescriptible, he intentado, explicarlo en este relato, pero resulta imposible, describirlo con palabras. Fue sobrecogedor, ver aparecer la luna, entre el pequeño espacio, de cielo que separa las dos paredes del barranco de Masca. Es uno de los momentos que jamás olvidaré, en mi vida. Y tampoco creo, la persona que me acompañaba, en aquel momento, tampoco lo olvide. Bueno, comparto esta historia, con todos, y así fue; una noche de luna llena en el barranco de Masca. Una experiencia casi onírica, ver la Luna brillar en el interior del barranco de Masca, inundándolo de luz blanca, y luego brillar en el mar.
» El mar sonríe a lo lejos. Dientes de espuma, labios de cielo. «
Federico García Lorca